Sara Martín fotografiada por Eva Guillamón

Por Sara Martín

Conozco a Sara desde hace años, siempre he admirado su capacidad de análisis y su visión sobre algunas cuestiones fundamentales de la vida. Después de ser madre y en plena investigación acerca de la maternidad la he invitado a compartir con nosotr@s algunas de sus reflexiones.
Sara Martín (Madrid 1983) es escritora , actriz y madre. Ganadora del Premio Nicolás del Hierro por su poemario Por la escalera de incendios y fundadora del grupo performativo OVERture. Actualmente trabaja en un nuevo proyecto artístico que incide en una visión femisista y social de la maternidad, Las Bellas y las Bestias.

Estoy realizando un cuestionario sobre maternidad tanto para madres como para mujeres sin hijes, con la intención de sacar algunas claves para mi próximo proyecto artístico.  Aunque sigo en proceso de archivo comienzo a vislumbrar pequeñas conclusiones y me gustaría hablaros de un punto que me ha llamado poderosamente la atención.

 La mayoría de mujeres que aún no son madres entre treinta y cinco y cuarenta años sienten una enorme presión social y del propio reloj biológico; creen que tienen que tomar una decisión al respecto que no pueden continuar postergando, aunque ellas idealmente preferirían ser madres cuando ya hubieran viajado lo suficiente, apurado más las fiestas, reuniones, cenas y demás ocio nocturno, pasado más ratos con su pareja dedicados al sexo, restaurantes, excursiones, cine, museos y habiéndo alcanzado cotas profesionales más altas.

 Es decir, cuando esté saturada al máximo de las cosas que me dan placer y me encuentre en casa hastiada y cansada de todo, ya podré dedicarme a la maternidad sin sentir que me estoy perdiendo algo a nivel vital. Esto es perfectamente razonable si la idea que tenemos de maternidad es la que nos ha creado esta sociedad androcéntrica, adultocentrista y patriarcal, es decir, la maternidad es algo aburrido, tedioso y sacrificado, sin embargo curiosamente,  toda mujer que se precie tiene que pasar por ello en algún momento para sentirse plenamente realizada.

 Esta absurda paradoja se instala en el cerebros y los ovarios desde que tenemos la primera menstruación y nos enseñan a renunciar a nuestra ciclicidad a golpe de tampones e ibuprofenos, ya de niñas aprendemos que lo que le interesa al sistema es producir, consumir y como dice Deleuze en su Anti -Edipo, transformar los deseos en carencias.

 La carencia y el miedo son la base de la sociedad capitalista contemporánea; para que el engranaje funcione hay que crear individuos inseguros, manejables y débiles. No hay mejor forma de hacerlo que minusvalorando los cuidados y alejando a las madres y a la mujer en general de todo lo que tenga que ver con la fisicalidad y el goce.

 Cuando desaparece el placer desaparece el instinto y por tanto la fuerza del útero que es la que en realidad sostiene todo. Maternar es en esencia placentero, embarazo, parto y crianza son una parte maravillosa de la sexualidad femenina. Nuestro cuerpo sabe gestar, parir, lactar y disfrutar plenamente de ese proceso, solo si hay complicaciones es necesario intervenir (y no al revés, es gracias a las intervenciones innecesarias que surgen las complicaciones) .

En una sociedad donde se nos permitiera vivir nuestra sexualidad plenamente, ser dueñas de nuestros ciclos, protagonistas de nuestros embarazos y partos, bajar el ritmo durante la menstruación, tener bajas maternales de al menos un año (la del padre aumenta anualmente y la de la madre sigue enquistada en esos ridículos cuatro meses que ni siquiera cubren los 6 de lactancia exclusiva recomendada por la OMS) que fomentara los partos naturales (con recursos tan sencillos y al alcance de todes como habitaciones con luz tenue, intimidad, baños de agua caliente, incentivar el movimiento y evitar la posición supina que hace el proceso más lento y doloroso) y que en definitiva pusiera los cuidados en el centro,  nos haría descubrir lo poderosa que es una mujer en contacto con su instinto y dueña de su placer.

 Entonces al igual que si respetamos nuestro ciclo y le damos al cuerpo el descanso y la introspección necesaria los días que corresponda cada mes, la menstruación se convierte en una valiosísima herramienta de conexión y empoderamiento, lo mismo sucede con la maternidad.

 Lo que cansa no es el parto, el postparto, la lactancia, lo que agota es esta Matrix de cemento con ritmos contra natura, es la exigencia, el consumismo, la presión por producir, la necesidad de tener que volver a ser la de antes, recuperarse ¿de qué?. No gracias, yo no quiero ser la de antes de ser madre, ni la de cuando tenía veinte años, ni la de cuando tenía quince, quiero simplemente ser, dejar que las experiencias me atraviesen y prefiero estar con mi bebé en la calle dándole el pecho que abandonarle en pos del trabajo enajenado, no por que sea bueno o por que lo deba de hacer, sino porque mes es inmensamente placentero; igual que prefiero irme a cenar con mi pareja que hacer horas extras en una oficina, no por sacrificio, por pura pasión.

 Con esto no quiero decir que tengamos que volver a la cueva, todo lo contrario, el adultocentrismo relega a las madres a las casas, los parques y el aislamiento social. Hay que poner definitivamente los cuidados en el centro, que sea más habitual ver a las madres dando el pecho, más salas de lactancia en oficinas y grandes almacenes, personal médico más formado y actualizado, bajas maternales más largas, flexibilidad laboral y adaptación de los trabajos a la crianza.

 En definitiva, que la maternidad sea una elección que no esté basada en el miedo y la renuncia, sino una decisión absolutamente libre y sin peso, tomada desde el empoderamiento y el goce que supone ser mujer.

Sara Martín